lunes, 19 de marzo de 2012

Desde el punto de partida

Muchas veces me paro a pensar en cómo he llegado hasta aquí, en lo que soy ahora, en lo que fui ayer. Suelo hacerlo a menudo, pues me gusta llevar la cuenta de las cosas que me han hecho cambiar para bien ó para mal, las que me hicieron madurar y las que, aunque no me gustara admitir, me hicieron crecer como persona.

Creo que lo que más me cambió fue aquel abril del 2008, ese mes en el que de pronto, tuve que caminar completamente sola, donde me llevé decepciones, fracasos, traiciones, dolor... Fue un punto de inflexión. Un antes y un después. Un giro de 180 grados. Y vaya si me cambió la vida. Por aquel entonces no me gustaba la que era: estaba perdida, decepcionada, enfadada con el amor, asustada, insegura, desconfiada, triste... Me había convertido en aquello que siempre había evitado.

Pero me sirvió para crecer y reencontrarme con una versión mejorada de mí misma. Ó mejor dicho: Con la versión original. Había pasado tanto tiempo a la sombra de un amor, que había olvidado quién era yo misma en estado puro, sola conmigo misma. Y después de casi cuatro años, me miro al espejo y veo a la misma persona que era entonces, pero mucho más segura, más tranquila y reflexiva, disfruto más de la vida, me pienso menos las cosas... Soy más yo y menos yo en pasado.

Es como si mi destino estuviera escrito así. Yo debía ser quién soy, a pesar de que creí que lo que fui antes era mejor. Sin darme cuenta, el tiempo me quitó la razón: Hoy soy quién quiero ser, o al menos estoy cerca de ser todo aquello que siempre quise. Aún me queda mucho camino por delante, pero ya no tengo miedo a mirar atrás y añorar la persona que fui en un momento dado del pasado: Pueden pasar meses, años, décadas... Y no importa lo que pase, la esencia, será siempre la misma... y tarde o temprano, el giro de 180 grados, me devuelve al punto de partida.

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