
... Y sin embargo apareciste. Sin más. Como más de una vez te dije, yo tenía mi esquema mental, sabía lo que quería y lo que no... Y tú lo enredaste. De pronto, todo se reducía a esa forma en la que me hacías sentir. Esa sonrisa que era sincera... Y tras muchos días de dudas y miedos, me marché para comprobar si eras sólo un capricho, o realmente te echaba tanto de menos....
... Y fueron cuatro maravillosos días (sobre todo por la compañía) pero también fueron duros, pues no quería admitir que te extrañaba. Hablaba de ti con mis amigos, pensaba en ti a cada paso que daba, en cada lugar que estaba... Y aunque miedosa, supe que ya no podía echarme atrás. Habías conseguido colarte por un pequeño resquicio... Y estabas empezando a llenarlo todo con tu presencia.
Así que volví, tras esos cuatro días, otra vez a casa... Y tú, incansable (siendo las cinco de la mañana) me esperaste como un campeón, con el sueño de los niños y la ilusión de volver a verme en tu mirada. Y cuando me reflejé en tus ojos, ví exactamente lo mismo: De pronto, pequeños retazos de ilusión se colaban en mis ojos y se reflejaban en mis labios...
Tuve miedo, pero ese día, me regalaste un ángel de la guarda. Qué bien me conocías incluso sin conocerme... Y desde entonces, nuestra historia se lleva escribiendo. Un camino que empezamos juntos y que sigue hacia delante. 1461 días juntos (bueno, hoy 1466) compartiéndolo todo... Y de pronto, se me hace pequeño pensar en aquella relación que tanto valoraba por aquel entonces, que tan difícil me parecía olvidar y tanto me costó... Y qué grande se hace ésta con el paso de las horas...

Un eterno gracias, como siempre, se queda pequeño.
Te quiero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario