
Sonaba la música. Lenta, pausada, llenando cada rincón de aquella entramada casa. Existía el silencio, pero éste, tímido, se escondió de alguna forma bajo el mullido sofá, dejando el protagonismo a aquel pequeño altavoz del cual bullía una melodía, con sus notas y una tierna voz que con fuerza, cantaba canciones en italiano. Un murmullo en la cocina señalaba que las figuras que se abrazaban en el sillón, no estaban solas. Pero poco les importaba, pues ellos no estaban allí
: Estaban en el alma del otro, a través de la mirada; en la piel del otro, a través del suave tacto que acompañaba al abrazo; en la boca del otro, a través de la suave respiración que desprendían sus labios...
... Y allí, completamente quietos, ella y él, sintieron brotar tantas cosas del corazón, del alma, de lo más infinito de sus seres, que no pudieron más que dejarlo respirar a través de sus pupilas, atravesando el lacrimal y llegando a tocar de nuevo sus almas.
El tierno abrazo se estrechó aún más, mientras la música, harta de cantar porque sí, se dedicó a traducir aquello que se contaban los amantes, diciendo
:
" Te voglio bene assai
ma tanto tanto bene sai
e' una catena ormai
che scioglie il sangue dint' e' vene sai..."
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